Gran Sol - Ignacio Aldecoa


El cementerio de Bantry era para Simón Orozco un muelle pesquero con gente conocida. El cementerio de Bantry tenía una tapia baja con una ringla de árboles grandes y copudos, sin pájaros. Por encima del cementerio de Bantry revoleaban las gaviotas. Simón Orozco no entró en el cementerio. Había ido paseando, solo, hasta él. Sabía dónde estaban, en grupo, los marineros conocidos: Zugasti y su tripulación; Arbaizar y sus hermanos; los gallegos del barco Miño... media vida de navegar Gran Sol. Había nombres no conocidos, de pescadores antiguos, de los primeros que navegaron en la carrera de los bancos de pesca. Simón Orozco miró por encima de la tapia hacia el rincón de Zugasti. Hasta el rincón de Zugasti llegaría el viento del sur y revolvería en la hierba, silbaría en la cruz. Zugasti y su tripulación hacían capa para siempre bajo la tierra de Bantry, a una braza de profundidad, con alto vuelo de gaviotas y árboles sin pájaros.